La negociación en la familia.
Lo anterior es más que significativo, puesto que las otras partes implicadas se conocerán bien y, eventualmente, ello puede ser un diferencial positivo o negativo desde las necesidades de cada uno.
Al mismo tiempo que la otra parte nos conoce, nosotros a ella también, por lo tanto se presenta la necesidad de pulir las estrategias y modificarlas para que den un mejor resultado al momento de negociar.
La afectividad se transforma en objeto de negociación e incluso de chantaje emocional dentro del ámbito familiar.
Un bebé de pocos meses no parará de llorar hasta que uno de sus progenitores les coja en brazos. Tengo una necesidad y quiero verla satisfecha, sentirme en los brazos de mis padres. ¿Qué hago? Lloro hasta que me presten atención y pueda satisfacer mi necesidad.
En tanto los padres ante el desconsolado y perturbador llanto de su pequeño hijo le cogen en brazos. Listo, toma de rehenes conseguida. ¿Chantaje? En toda regla y, a decir verdad, es de las primeras lecciones de cómo obtener lo que queremos de los demás a través de las emociones.
Desde luego que en los primeros tiempos el niño lo hace de forma inconsciente para luego, y ahí comienzan los problemas, hacerlo de forma consciente y hasta premeditada.
Lo anterior se detecta incluso en niños muy pequeños, con lo cual ningún padre estaría en condiciones de afirmar, ingenuamente por cierto, que su pequeño hijo les está chantajeando o incluso aprendiendo a negociar.
Luego vendrán, acompañando cada fase del desarrollo psicosexual del niño, otras necesidades específicas y con ello otras elementos a negociar con sus padres. Al mismo tiempo el individuo adopta otras formas de hacerlo e irá puliendo sus estrategias para hacerlas más efectivas.
El detalle distintivo dentro de la negociación familiar y, el cual estable la diferencia respecto de otros haciendo la distinción, es que entran en juego de forma directa los afectos. Nada extraño por tanto que de negociación se pase a chantaje emocional y de ahí directamente a la manipulación, principalmente por parte de los hijos hacia sus padres. Cualquier niño aprende rápidamente el valor y los resultados de un beso acompañado de un “te quiero” o un par de caricias brindadas en el momento justo.
Hay padres que literalmente se rinden a los pies y sobre todo a los deseos de sus hijos. Lo significativo y lo que con el tiempo determinará el estilo del ámbito de negociación familiar, son precisamente las bases de la misma.
Promover un ambiente de libre expresión, tanto emocional como intelectual; establecer procesos de comunicación basados en la confianza y desde el respeto; son alguno de los factores determinantes. Independientemente del ámbito específico de la negociación, en éste caso el familiar, debemos tener presente que de modo alguno deja de ser una negociación entre partes; con lo cual procede realizar un análisis situacional y específico sobre lo negociado y valorar las estrategias empleadas por las partes implicadas en ella.
Recordemos que para lograr modelar satisfactoriamente nuestro entorno y adaptarnos a él, necesitamos de aprender ciertas habilidades específicas en cuanto a comunicación y gestión de recursos, elementos que aprendemos en el primer nivel de condicionamiento al que somos expuestos, el familiar. Posteriormente en las diferentes fases de condicionamiento al que será expuesto tales experiencias de negociación dentro del ámbito familiar pueden convertirse en el diferencial, tanto en uno u otro sentido, y las mismas resultarán clave para desarrollarse satisfactoriamente de acuerdo a sus intereses.
Para negociar satisfactoriamente de acuerdo a nuestros intereses particulares debemos aprender a comunicarnos, a establecer estrategias, a estructurar nuestras ideas basados en argumentos y, en tal sentido, el ámbito familiar puede, eventualmente, ser un factor limitador o potenciador de ello.