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Afganistán: violencia de género en su máxima expresión.

Afganistán: violencia de género en su máxima expresión.

Cuando mencionamos Afganistán casi todos conectamos con los talibanes y la guerra, a decir verdad resulta casi inevitable el hacerlo. El desierto y los grupos tribales aumentando su poder a través de la violencia con armas financiadas por el opio parecen ser los grandes protagonistas, los cuales opacan a ojos de muchos, aunque no de todos, la dramática situación que vive la mujer.

En Afganistán podemos observar el extremo mismo de la violencia de género y cómo se manifiesta en las diferentes formas, la psicológica y la física, con sus sus respectivas variantes en cada una.

La violencia de género es ejercida contra la mujer por su condición de tal, concepto éste que suele confundirse muchas veces con el de violencia doméstica, utilizado para designar las diferentes formas de violencia que se dan precisamente dentro del ámbito familiar e independiente de parte de quién provenga o hacia quien esté dirigida la misma.

El sistema tribal es predominante en Afganistán o cuando menos es el que controla buena parte del territorio y con ello condiciona de forma inexorable al resto. Los talibanes, grupo extremista musulmán, mantienen a rajatabla su tradición oral sobre el rol de la mujer; la cual literalmente nace condenada al ostracismo.

Según sus tradiciones, la mujer nace prácticamente en exclusiva para satisfacer la necesidad por el deseo del objeto del hombre, el cual tiene una visión casi de objeto material sobre la misma. Hasta una edad cercana a los siete años la mujer musulmana podemos decir que en Afganistán vive en un régimen de semi libertad, siendo propiedad ésta del hombre de la casa; por regla tal derecho de propiedad le pertenece a su padre y de faltar éste bien puede pertenecer a su hermano u otro familiar masculino.

En dicha fase de su desarrollo es cuando la marcarán con todo un símbolo del mundo musulmán, el burka; velo tradicional que cubre la cabeza de la mujer y su rostro, en los casos más extremos, y solo le permite ver a través de un orificio del mismo.

Luego de pertenecer a su padre, eventualmente, la mujer pasa a convertirse en propiedad de otro hombre, su marido; el cual adquiere todos los derechos de propiedad sobre ella.

En Afganistán el derecho de la mujer a estudiar no es tal, si bien las cosas parecen estar cambiando en algunas regiones del país y, curiosamente, al mismo tiempo muchas son las mujeres que se rebelan al sometimiento, intentan desmarcarse y sobre todo no condenar a sus hijas a vivir la misma situación.

No son pocos los grupos de mujeres que incluso tienen una sensible influencia desde un segundo plano en los asuntos políticos, llegando a reflejarse la misma hasta en los relacionados con los talibanes.

La impunidad en Afganistán dentro del ámbito familiar para ejercer la violencia de género es absoluta, nadie puede cuestionar la actitud el hombre hacia la mujer, una actitud ciertamente parecida a la esclavitud, sometida ella a la violencia física y psicológica. Los talibanes en tal sentido mantienen la necesidad de que todo continúe de tal forma, no conciben ni por un instante que la situación de sometimiento a la mujer cambie en lo absoluto.

Ahora, a no rasgarnos las vestiduras ni echarnos las manos a la cabeza por el horror al que es sometida la mujer en Afganistán, porque en muchos aspectos nuestras sociedades se parecen bastante desde la esencia en la forma en que se trata a las mismas.

En occidente la mujer sufre la violencia de forma similar, aunque claro, con matices. Es verdad, no está obligada a utilizar el burka, puede estudiar y moverse libremente dentro de la sociedad aunque, nadie negará las cifras de víctimas cada año a consecuencia de la violencia de género, cifras que en vez de disminuir aumentan.

En muchos hogares la mujer se parece mucho a un sierva, sirve al hombre en todas sus necesidades de forma sumisa y lo peor, si tiene una hija le intentará transmitir su rol condicionándola en consecuencia para tales fines.

La misma situación se dará si es un hijo, el cual tendrá como modelo a su padre y claro, su sierva en la figura de la madre. No hablo de situaciones fruto de mi imaginación, hay miles de ejemplos en nuestras sociedades y no exagero en lo absoluto.

Por otro lado, el número de mujeres machistas parece también ir en aumento, propiciando se siga con el efecto contagio, intentado justificar actitudes machistas y con ello ser cómplices de la posterior violencia de género que contra ellas mismas se ejercerá.

El final en Afganistán será político, siempre a lo largo de la historia hemos observado que es necesario llegar a acuerdos y realizar pactos para terminar con los conflictos armados, en medio quedarán los verdaderos protagonistas, los ciudadanos.

Los que mueran por el camino serán interpretados como daños colaterales y las mujeres sometidas al extremo más cruel de la violencia de género pagarán por la ignorancia de sus victimarios.

En nuestras sociedades el final de la violencia de género y con ello el respeto a la mujer en su condición sospecho tardarán bastante tiempo en llegar, tal vez podamos entre todos no crear pequeños pseudo talibanes que luego terminen sometiendo a sus deseos a las mujeres y de una vez por todas se deje de ver a las mismas como un simple objeto, un medio para satisfacer necesidades y carencias.

Nunca está de más tener presente que al fin de cuentas todos venimos de una y, eventualmente, podemos llegar a ser padres de otra; y por una me refiero a una mujer, no a un objeto para intentar satisfacer nuestras necesidades por el deseo del mismo.

Author: Daniel Costa Lerena

Psicólogo Clínico, Master en Coaching y NLP-DBM. Webmaster y Blogger.

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